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Situada al sur de Barcelona, esta provincia me recibió con los brazos abiertos, brindándome un clima agradable y una hospitalidad excepcional.
Explorar Tarragona fue como adentrarse en un libro de historia. Las calles adoquinadas me llevaban a través de siglos de legado cultural. Al caminar por el casco antiguo, me encontré rodeado de impresionantes monumentos romanos, testigos de la grandeza pasada de la ciudad. La majestuosa catedral, las ruinas del circo romano y el impresionante anfiteatro eran testimonios vivos de su rica historia.
Pero Tarragona no se limitaba solo a su legado histórico. Las playas de arena fina, bañadas por las aguas cristalinas del Mediterráneo, eran una invitación a la relajación y al disfrute. Pasé tardes enteras bajo el cálido sol, sintiendo la brisa marina acariciar mi rostro. Las nueve playas de Salou, con su arena dorada y aguas tranquilas, se convirtieron en mi refugio de paz y tranquilidad.
No podía dejar de visitar PortAventura World, un parque temático que despertó mi espíritu aventurero. Las emocionantes montañas rusas, los espectáculos en vivo y la diversión sin fin hicieron de mi visita una experiencia inolvidable. Ríos de risas y gritos de emoción llenaban el aire, creando un ambiente de alegría y felicidad contagiosa.
Pero lo que realmente me hizo sentir en casa fue la cálida hospitalidad de la gente de Tarragona. Dondequiera que fuera, siempre me recibían con una sonrisa amistosa y una disposición genuina para ayudar. Sus consejos sobre lugares para visitar, restaurantes para probar y actividades para disfrutar hicieron que mi estancia fuera aún más especial.
Tarraco, la antigua Tarragona romana, emergió en el año 218 a.C., marcando su inicio con la llegada de los poderosos ejércitos romanos a la Península Ibérica. Esta ciudad fue concebida como resultado de la visión y el esfuerzo de los Escipiones, los hermanos Cneo y Publio Cornelio, quienes dejaron una huella indeleble en su historia.
Los orígenes de Tarragona se remontan a un período crucial de la historia, la Segunda Guerra Púnica, un encarnizado conflicto que enfrentó a dos grandes potencias de la antigüedad, Cartago y Roma. La fundación de la ciudad se produjo en medio de este titanesco enfrentamiento, marcando el comienzo de una nueva era para esta región de la Península Ibérica.
Plinio, el sabio historiador de la antigüedad, confirmó esta fundación en el siglo I d.C., atestiguando la importancia y la antigüedad de Tarraco en el contexto romano. Desde entonces, esta ciudad ha sido un testigo de la historia y ha dejado su propia impronta en las páginas de los anales del pasado. Su legado como ciudad romana perdura hasta hoy, recordándonos su papel fundamental en la historia de la Península Ibérica y el mundo clásico.
En el siglo VIII, cuando los musulmanes conquistaron la península ibérica, Tarragona pasó a formar parte del emirato de Córdoba.
A pesar de estar bajo el dominio musulmán durante algunos siglos, Tarragona no absorbió significativamente la cultura musulmana debido a su ubicación lejana de la capital del emirato, Córdoba.
Como resultado de esta falta de influencia musulmana, no se conservan edificios ni monumentos con arquitectura musulmana en Tarragona.
Tarragona fue parte del Reino de Aragón durante un período de tiempo.
La fundación de España ocurrió cuando los Reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, unificaron los reinos de Aragón y Castilla para formar un solo país.
En ese momento, muchos habitantes de Tarragona hablaban castellano como segunda lengua debido al comercio y la cercanía geográfica con Castilla.
El rey, en un esfuerzo por unificar el país, declaró el castellano como el idioma oficial de España y, por lo tanto, de Tarragona.
Como resultado, se consideró que el idioma aragonés se convirtió en una lengua muerta.
Sin embargo, esta decisión tuvo poco impacto en las clases medias y bajas fuera de la provincia de Aragón, ya que continuaron hablando el idioma que eventualmente evolucionó en el catalán moderno.
Cobertura en: Ulldecona y la Sénia, la Canonja y Altafulla, els Pallaresos y el Catllar, Móra d'Ebre, Alcover, la Pobla de Mafumet, Creixell y el Morell, Santa Bàrbara y Sant Jaume d'Enveja, Segur de Calafell.